Friedrich Hölderlin es probablemente el poeta favorito de André Butzer; se encuentra, junto con Walt Disney y Henri Matisse, entre sus “personajes favoritos”. Su identificación con el poeta va todavía más lejos, ya que el día de la muerte de Hölderlin coincide con el cumpleaños del propio Butzer.
Cuando Butzer se mudó a Los Ángeles, la tierra de sus sueños de juventud, por primera vez en 2001, sintió nostalgia del hogar. El hogar que anhelaba no estaba ni en el viejo mundo ni en el nuevo. En California, leyó Hyperion de Hölderlin y quedó conmocionado: “Mientras leía, sentía que comprendía cada palabra. Pensé que esas palabras salían de mí”.
Butzer se reconoce en el fatídico protagonista de Hölderlin e inventa la figura del vagabundo Errante. Su hogar está en la pintura, así que inicia su camino por la “Hyperion Avenue”, la calle donde se inauguró The Walt Disney Studio en 1926. En palabras de Butzer: “Hölderlin, al igual que Disney, expresa anhelos. Y estos pueden llevarse a la práctica”.
Para Hölderlin, la poesía es el lugar que hace posible la existencia humana en la tierra. Para Butzer, ese lugar es la pintura. En la poesía, encuentra el sostén para resolver y reconciliar las contradicciones extremas del mundo a través de su pintura.
En este libro de artista, Butzer ha reunido 47 poemas escritos por Hölderlin entre 1793 y 1843 sobre las cuatro estaciones. Estos poemas vinculan el ciclo de las estaciones con el curso de la vida humana como una parábola: la culminación otoñal de la maduración veraniega, el florecimiento de la vida en primavera y la experimentada aridez del invierno.
Los poemas pueden parecer sencillos, pero en ellos Hölderlin da forma a la resistencia humana en condiciones aparentemente críticas: esperanza, duda, asombro, anhelo, amor. Asuntos del corazón, sencillos, lúcidos y vulnerables.
Basta con pensar en Diotima, la musa de Hölderlin. En Sin título (Diotima), ella contempla un lugar oculto a nuestra vista. ¿Está mirando hacia su yo más íntimo o hacia la distancia inaccesible? Al verla ver, nos reconocemos en su mirada.
Para acompañar los poemas, Butzer ha creado 40 acuarelas. Sus personajes icónicos —el Errante, la Mujer, la Paz-Siemens— aparecen y reaparecen cíclicamente entre los delicados colores. Cada figura, cada objeto, cada trazo, cada mancha y cada matiz de color posee su propia esencia. Y, sin embargo, una y otra vez, una frágil armonía emerge de su vínculo contradictorio.
El libro no sigue el tiempo cronológico cotidiano ni la sucesión “factual” de las estaciones. En lugar de eso, Butzer dispone los poemas y las acuarelas intuitivamente, formando constelaciones abiertas. Esto se corresponde con la fantástica y caprichosa datación de Hölderlin, en la que un poema de 1843, por ejemplo, puede atribuirse a 1758, 1648 o 1940. En el persistente tiempo poético, pasado y futuro se integran en un todo completo.
Al unísono, palabras e imágenes reflexionan sobre la vida del hombre en la tierra de la forma más humilde y poética.